Con un simple abrir y cerrar de ojos, borro las semanas que llegan al domingo desgastadas, cojas y malheridas. Mis días continuan siendo imperfectos, llenos de rendijas y de agujeros, pero tú me ayudas a taparlos con pequeñas tiras de celo. He enseñado a las sábanas a enredarse en los desencuentros hasta dejarlos sin aire. Hasta estrangular los motivos que nos empujan a dejar de buscarnos bajo esa capa fina de algodón y sueños. Y así poder dejar de echarte de menos.
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