MILLÁS Y YO

Últimamente me acuesto con Juan José Millás pero entre nosotros no hay sexo: sólo le permito que me excite las neuronas.

Pollo asado






Recuerdo, como si hubiera sido ayer, la primera vez que vi un pollo asado: estaba dando vueltas en un asador, junto a otros compañeros de infortunio, y supe que se trataba de eso, de un pollo asado, porque lo había visto dibujado mil veces en las historietas de Carpanta. Carpanta era un hambriento de tebeo que vivía debajo de un puente y que siempre soñaba con pollos asados. Su creador, José Escobar, acaba de morir sin conocer seguramente la influencia que en la imaginería de toda una generación tuvieron sus pollos asados.

El pollo asado pasó del tebeo a la realidad gracias a los piensos compuestos. Hasta entonces había sido una comida de ricos, porque sacar un buen pollo adelante era tan caro como proporcionar una carrera universitaria a los hijos. O sea, que lo que yo conocí, más que un pollo propiamente dicho, fue la bisutería del pollo. Con los piensos compuestos alcanzaban la adolescencia en quince o veinte días, pero no sabían igual que los que crecían lentamente; eso decía mi padre, pero yo no puedo dar fe de ello porque nunca me llevé a la boca un pollo de crecimiento lento. Para mí lo importante es que se parecieran a los que soñaba Carpanta, y tengo que reconocer que estaban calcados. Sin embargo, no todo fue felicidad con la popularización del pollo asado, porque no nos podíamos comer la piel, que era lo que más me gustaba, ya que -según mi padre también- en la piel se depositaban las hormonas que engordaban a estos bichos. Por lo visto, si te comías la piel, te crecían las tetas. Pasé la mitad de mi adolescencia bajo el terror de que me crecieran las tetas por culpa de esta afición mía a la piel churrascada del pollo. Qué vida.

La noticia del fallecimiento de José Escobar me ha traído a la memoria recuerdos sorprendentes. No sabemos de qué manera nos determinan las imágenes de la infancia. Yo acabo de entender por qué, cuando salgo del baño, todavía me miro los pechos con temor: porque no he perdido la afición a la piel.

Juan José Millás, Articuentos

* Dedicado con afecto, premeditación y alevosía al aficionado a esos "sobrecitos" con sabor a anís...

2 comentaris

  1. CAL llegir Millás!!!

    Die Konomist

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  2. estic d'acord amb l'anònim. Mai no ens l'hem de perdre. És lúcid fins a dir prou (i jo també l'estimo)

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